El mundo de Roberto

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RAPHAEL

23 Jan 12 - 13:01

E l 5 de noviembre de 1965 se partió en dos

la historia de la música popular en español. Ese día —o mejor,

esa noche—, por primera vez, un joven cantante que tres años

antes —siendo casi un desconocido— había barrido con todos

los premios del Festival de la Canción de Benidorm, ofreció un

concierto en solitario ante un público expectante que abarrotó

el Teatro de la Zarzuela, en Madrid, en medio de la incredulidad

de la crítica especializada.

El atrevido joven era Rafael Miguel Martos Sánchez, conocido

artísticamente como Raphael. El show comenzó con la

premonitoria canción Un largo camino (La longue marche) y continuó

con otras casi treinta canciones. La apoteosis fue de magnitudes

no vividas anteriormente, que tuvo momentos mágicos,

como cuando un foco de luz partió en dos su figura con un

brazo levantado mientras interpretaba ¡Brillaba!, o durante la

carcajada enloquecida al final de la canción La noche de Salvatore

Ádamo. Podría decirse que a partir de esa noche Raphael y su

público establecieron una incondicional entrega mutua, que

treinta y cinco años después se mantiene intacta.

Unos años atrás, cuando en alguna sala de fiestas cantaba

Inmensidad, una de las primeras canciones que para él había

escrito Manuel Alejandro —el formidable compositor español,

autor de muchos de sus éxitos—, el público comenzó a bailar

como era habitual en esa época. Raphael, que por entonces te-

nía poco más de quince años, los mandó a sentar pues a él tenían

que prestarle atención mientras cantaba.

Así comenzaba a ser el «primer cantante que…», el pionero

absoluto de la música moderna en español. Unas semanas después

del concierto del Teatro de la Zarzuela, apareció en las

discotiendas el villancico La canción del tamborilero, que ha sido

el disco más vendido en la historia del mercado musical español.

La popularidad de Raphael se disparó a niveles desconocidos

para la época. Comenzaron a crearse por decenas los clubes

de fans y a venderse sus discos como pan caliente. Después

vino su paso por el Festival de Eurovisión donde acabó de cimentar

su creciente popularidad y comenzó a ser conocido en

el resto de Europa, lo que lo llevó a grabar en inglés, italiano,

francés y alemán, y a pisar los más famosos escenarios, tales

como el Olimpia en París o el Talk of the Town en Londres.

Por esa época —mediados de los sesenta— algunas jóvenes

estrellas del canto español como Marisol y Rocío Dúrcal se habían

hecho célebres con sus películas musicales. Raphael no

podía escapar de esa corriente, que a su vez iba muy bien con su

vena artística y constituía un excelente complemento para su

éxito discográfico. Fue así como protagonizó cerca de una decena

de películas, entre las que se destacan Cuando tú no estás,

Digan lo que digan, El golfo y Sin un adiós, entre otras, en las que

fuera dirigido por reconocidas personalidades del cine español

como Mario Camus y Vicente Escrivá.

Fue precisamente gracias a la pantalla grande que se dio a

conocer en América, continente que le abrió inmediatamente

sus brazos y lo adoptó como hijo propio.

En Norteamérica debutó en 1967 ante 48 000 espectadores en

el Madison Square Garden de Nueva York, y apareció durante

tres semanas en el «Ed Sullivan Show». Este presentador fue el

primero que dijo que lo que más le impresionaba de Raphael era

su capacidad de emocionarse al cantar y, a su vez, emocionar al

auditorio.

El primer contacto del artista con Hispanoamérica no tiene

parangón. Los recibimientos multitudinarios en los aeropuertos

de Buenos Aires, México, Santiago, Lima, Bogotá, Caracas, etcétera,

eran envidiados por los políticos de la época. Se inició así

una relación que, como ha dicho el propio Raphael, lleva cuarenta

años de amor recíproco. Los clubes de fans se propagaron

por todo el continente. Sus discos llenaban las tiendas. Sus canciones

no cesaban de sonar en la radio. Su aparición en revistas

duplicaba las ventas. Su vida apareció contada en fascículos

semanales.

Sus discos fueron éxito tras éxito. Canciones como Yo soy aquel,

Cuando tú no estás, Hablemos del amor, Digan lo que digan, Desde

aquel día, Estuve enamorado, Mi gran noche, Balada de la trompeta

y Ave María, entre muchas otras, copaban la programación de

las radioemisoras de América y España en los últimos años de la

década de los sesenta.

El éxito de Raphael en América abrió las puertas a los cantantes

españoles que comenzaban sus carreras por esa época. Fue

así como Joan Manuel Serrat, Julio Iglesias, Juan Pardo, Rocío

Jurado y una interminable lista, siguieron la huella del artista

andaluz.

Después vendrían presentaciones en Rusia, Japón, Australia...

y giras anuales por las Américas que se han sucedido ininterrumpidamente

durante las últimas cuatro décadas. En los setenta

fue el primer artista en hacer teatro musical, en especiales

para la televisión como «El mundo de Raphael», donde interpretó

obras como Oliver y Billy el mentiroso. El éxito de estas

interpretaciones desató una fiebre por este tipo de obras en España,

donde años más tarde se estrenarían otras como Jesucristo

Superstar, protagonizada por Camilo Sesto, y Evita, por Paloma

San Basilio.

La radio en vivo no fue ajena al éxito de Raphael. En ella

hizo un programa semanal durante dos años para la cadena

SER, «El Raphael Show», en compañía de su esposa, la reconocida

escritora Natalia Figueroa. También durante esta década

fue el artista invitado a los conciertos presididos por doña Carmen

Polo de Franco —esposa del dictador español—, y unos

años después a los de los Reina Sofía.

En esta década Raphael grabó baladas eternas, como Aleluya

del silencio, Le llaman Jesús, Te estoy queriendo tanto, A veces llegan

cartas, Los amantes, Amor mío, Van a nacer dos niños y El gondolero.

También grabó a comienzos de la década un Larga Duración

totalmente en inglés, FROM HERE ON… Mientras tanto, en España

aparecían baladistas y grupos como Nino Bravo, Mocedades y

José Luis Perales (este último, años después compondría una

treintena de canciones para Raphael).

 


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